DUELO POR LA IDENTIDAD Y POR EL ROL INFANTIL
Durante la adolescencia se produce una confusión de roles , pues ya no es posible mantener la dependencia infantil pero al mismo tiempo no se puede asumir la independencia adulta, el adolescente sufre un fracaso de personificación y es así como delega al gran grupo. Aparece la típica irresponsabilidad adolescente, ya no tiene nada que ver con nada y son los otros los que se adueñan del principio de realidad. Otra característica típica es la falta de carácter de constante desprecio por los seres y cosas del mundo real, lo que explica la inestabilidad emocional del adolescente, sus crisis pasionales y sus arranques de absoluta indiferencia.
Sin embargo, esta dinámica de “usar” a las personas tiene un sentido de doble vía, ya que si bien el adolescente busca descargar sus responsabilidades en otros, para formar parte de determinados grupos debe asumir tareas y funciones que, aunque no sean a su gusto en ocasiones, tendrá que cumplir para seguir perteneciendo a este grupo social.
La exageración o fijación de este proceso por la no elaboración del duelo por la identidad y por el rol del niño explica las conductas psicopáticas de desafección y crueldad con el objeto e induce a la acción y la falta de responsabilidad.. El psicópata maneja a las personas como objetos, con desconsideración y sin culpa, en forma permanente e intensa, donde la culpa puede elaborarse, permite el maltrato definitivo de los objetos reales y fantaseados, creando en última instancia un empobrecimiento del yo, que trata de mantenerse irrealmente en una situación infantil de irresponsabilidad, pero con aparente independencia, a diferencia del adolescente normal, que tiene conflictos de dependencia pero que puede reconocer la frustración. La imposibilidad de reconocer y aceptar la frustración obliga a bloquear la culpa e inducir al grupo a la actuación sadomasoquista, no participando de la misma. Puede hacerlo porque disocia pensamiento de afecto y utiliza el conocimiento de las necesidades de los demás para provocar su actuación, satisfaciendo así, indiferentemente su apariencia, sus propias ansiedades psicóticas.
Es así como el conflicto de identidad en el adolescente normal adquiere en el psicópata el modo de mala fe consciente, que lo conduce a expresiones de pensamiento cruel, desamortizante, ridiculizando a los demás, como mecanismos de defensa contra la culpa y el duelo por la infancia perdida, que no puede ser recuperada. elaborado.
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